Ella completa
era una poesía.
Sus manos,
se posaban en las teclas,
y embriagaban el aire de melodías.
No supe quererla,
como he querido
a ingratas mujeres.
Su recuerdo
es el amanecer de aquella montaña,
el fuego de un día que no descansaba.
Y esa sensación
de que la soledad acaba
en las primeras horas
de un nuevo año.
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