se levanta en el potrero,
junto al gran hotel de las aves,
como le llama doña Cristina.
A su lado el rio seco,
de humanidad inconsciente.
Y aquel viejo árbol,
donde la coneja hacía su cueva.
Un correr de lluvia,
cubre este barrio,
y en los ojos llueve,
la nostalgia de la abuela.
Lo supe desde que lo vi caer,
la tierra tuvo su parto,
y otra vez un ave,
comerá de sus frutos.
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